Ansiedad, ¿normal o enfermedad?

“Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen”.

                                                                                 Eduardo Galeano

        

               La ansiedad es una respuesta normal del ser humano y tiene como función alertar sobre un posible peligro o riesgo para la supervivencia. Al percibir la existencia de  una amenaza, se dispara entonces  una reacción fisiológica que prepara al individuo para huir o luchar. Dicha respuesta  involuntaria, consiste principalmente en cambios a nivel de los diferentes órganos  y sistemas que permitirán aumentar la velocidad y la fuerza para enfrentar el peligro o correr para proteger su vida.

Aumento de la frecuencia cardiaca, respiratoria, aumento de nivel de glucosa y cortisol en sangre, incremento de la tensión muscular y sudoración, son algunas de las manifestaciones que se pueden observar como reacción ante un peligro.

Sin embargo, puede ocurrir  que en ausencia de un factor amenazante real, una persona sufra  síntomas de ansiedad lo cual se considera como anormal o patológico.

Existen manifestaciones físicas y psicológicas de la ansiedad. Se pueden presentar palpitaciones, taquicardia, sensación de ahogo, inquietud, temblor, sudación, malestar gastrointestinal, mareo, tensión muscular, dificultad para concentrase, sensación de extrañeza y temor a perder el control, entre otros.

La expresión de los síntomas de  ansiedad depende de factores individuales por lo que la enfermedad se manifiesta de forma diferente en cada persona.

Un criterio importante a tener en cuenta para saber que es necesario solicitar ayuda, es cuando la ansiedad afecta las actividades cotidianas y altera el bienestar y el equilibrio de quien lo sufre.

Frecuentemente a la persona que sufre de ansiedad se le considera de voluntad débil o que no hace esfuerzos para controlar su malestar. Los síntomas de ansiedad, la angustia y el pánico están completamente fuera del control voluntario del paciente ya que la alteración de los factores bioquímicos son ajenos a su voluntad.

Una vez realizado el diagnóstico, se propone un plan de tratamiento integral que  considere la intervención a nivel bioquímico, psicológico y familiar.

El tratamiento se enfoca inicialmente, en tratar de disminuir los síntomas y la incapacidad que provocan.

El médico psiquiatra puede recurrir a la prescripción de fármacos para aliviar los síntomas y favorecer la recuperación del paciente. Está demostrado el rol de los neurotransmisores ( principalmente la serotonina) en el desarrollo de la enfermedad y la importancia de restablecer su equilibrio para lograr el control de los síntomas.

Actualmente se cuenta con valiosas herramientas psicoterapéuticas que ofrecen un atractivo abanico de opciones para personalizar el tratamiento.

Todos los diferentes enfoques de psicoterapia ofrecen soluciones interesantes siempre y cuando la formación y experiencia del terapeuta cuenten con un respaldo suficientemente confiable.

El compromiso y la toma de consciencia del paciente, son pilares fundamentales para una correcta evolución y el control de la enfermedad, de ahí la importancia de seguir puntualmente las indicaciones del médico tratante e integrar la  psicoterapia que convenga y que acompañe al paciente en su  proceso hacia la recuperación.

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